DIOS OBVIA LAS REGLAS

Hasta Éxodo, Dios trabajó con el hombre de manera individual.  Trabajó con Abraham, con Isaac, con Jacob, José, Moisés.  Dios trabajó uno a uno, pero el deseo de Dios era que el colectivo lo viera, lo experimentara.  Tú no debes depender de la experiencia de otro para tú vivir la tuya.  De lo contrario, estarás endiosando a ese otro, y ese otro te va a fallar.  Nadie más es tu Dios.  Hace falta un líder y estructura porque, de otra manera, no habría experiencia colectiva de Dios. 

La experiencia de Dios desde Éxodo la vemos en su momento culminante cuando Dios se mete en el templo que David manda a construir.  Dios le da a Moisés instrucciones para construir un tiemplo; y, eventualmente, ese mismo modelo es el que construye Salomón, solo que ahora fijo, estable.  Esto no porque Salomón quisiera, sino porque era el deseo de David darle a Dios ese lugar.  Dios se compromete y se queda en un lugar en específico, fijo, para tener una experiencia fija con su pueblo.  El problema de esa experiencia fue la religiosidad, que eventualmente, hizo que la estructura precediera la presencia de Dios.  Ahora se trataba de agradar a la gente y no a Dios. 

El problema hoy es que la gente va a la iglesia en la que cantan la música que ellos quieren.  La pregunta es si esa la música que Dios quiere oír.  Si lo que se canta es el corito que tú quieres, única y exclusivamente para agradarte a ti, la pregunta es: ¿Agradamos a Dios?  Y si dices 'pues no voy', entiende que, si tú no vas, todavía se sana gente; pero si Dios no va, entonces tenemos problemas.  No es que no vayas, no es que no seas importante; después de Dios, la gente es lo más importante; pero es después de Dios.  No es que no se pueda hacer algo para agradarte a ti, pero no se puede centrar todo en agradarte a ti, no sea que dejemos de agradar a Dios.  Eso nos convertiría en fariseos, pretendiendo cumplir reglas estrictas; mirando cómo te vistes, cómo haces las cosas, todo es un reglamento.  La iglesia espera que operes con prudencia y sabiduría, pero tú tienes libertad; Dios quiere que vaya gente de toda clase, de todo lugar; por supuesto, tiene que haber orden para que se dé una experiencia con Dios.  Pero no podemos volvernos tan rigurosos con las reglas… 

Hay un capítulo en la Biblia en el que Jesús sana a 3 personas.  A una de ellas la toca, otra le toca a él, y otro le dice que ni vaya a su casa, que envíe la palabra.  Entonces, el que quiera tocar, que toque; el que quiera un toque, que Dios le toque; y al que no, que le sea enviada la palabra.  Que cada quien viva su experiencia como Dios quiere.  No pretendamos imponerle nada a nadie.  Pero hay que poner reglas.  En otra ocasión, a Jesús le dijeron: Benditos los pechos que mamaste.  Y Jesús lo detuvo; de lo contrario, tendríamos hoy la religión de los pechos benditos.  Porque comenzamos a entrar en reglas; y las reglas son buenas, mientras las reglas no son Dios.  Y sabemos que el Dios al que nosotros servimos obvia las reglas. 

El no estaba supuesto a sanar a la mujer sirofenicia, pero obvio las reglas para sanarla.  No estaba supuesto a entrar a casa de Zaqueo, pero entró para salvarlo.  No estaba supuesto a libertar a la mujer encontrada en el acto de adulterio, pero rompió las reglas.  ¿Quiere decir que Jesús aprobaba el adulterio?  No.  Pero más que el pecado, le importaba aquella mujer que necesitaba ser restaurada y que necesitaba una experiencia con él. 

Tú no puedes permitir que el mundo le ponga reglas a tu relación con Dios.  Hay reglas, pero tú tienes que saber que Dios va a obviar las reglas.  Hay reglas pero como iglesia tenemos que trabajar con el nivel de fe de cada uno.  Hay reglas pero en ciertos momentos Dios va a trabajar por encima y por fuera de todo eso, porque Él quiere hacer accesible su presencia a todos.  Las reglas lo que hacen es hacer de esto un grupo exclusivo, una élite; esto tiene que transferirse al pueblo.  Todos somos ministros, todos servimos a Dios y tenemos una posibilidad de una relación con Él.  Mientras más entiendas esto, más poder se manifestará en esta tierra. 

Cuando un entrenador amaestra un perro, por ejemplo, el entrenador es el que manda en ese momento, pero tiene luego que transferir ese poder al dueño para que ese entrenamiento sea completado efectivamente y cumpla su propósito.  El que pone las reglas lo hace para gobernar y controlar, pero las reglas y las estructuras se tienen que hacer con el corazón correcto, para dirigir la gente a Dios.  Porque no se trata de rendir pleitesía a ningún hombre; de nada sirven los títulos; eso de apóstol, reverendo; el más grande en la iglesia es el que sirve.  Y todos tenemos esa autoridad, y debemos tener esa experiencia.  Eso no quiere decir que no se honre al pastor, que no haya agradecimiento hacia los líderes, eso es otra cosa; pero tú no puedes establecer las reglas del colectivo, tratando de controlar tu experiencia con Dios.  Por esa razón es que tenemos que saber que Dios siempre va a romper tus patrones mentales para dejarte saber que no es a tu forma, sino siempre a la forma de Dios. 

Jorge Calles

Venezuela, Estado Zulia

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